sábado, 16 de junio de 2012



Nunca he sido de ir siguiendo los pasos de nadie, ni mucho menos de dar explicaciones. Tampoco de hacer lo que me pedían ni de rendir cuentas. He sido más de ir a mi libre albedrío. De hacer lo que quería, cuando quería y porque quería. De levantarme todos los días con una sonrisa de oreja a oreja y besar en la mejilla al primero que me cruzara por el pasillo de mi casa. De tomar mis propias decisiones sin dejarme influenciar por nadie. Si, siempre se me ha dado bien eso de desentonar. De decir lo que pienso sin medir las consecuencias. De luchar por lo que siempre ha sido mio y que por derecho me corresponde. Si, mi libertad yo la defindo con garras y dientes y dejo atrás lo que haga falta para rozar con la llema de los dedos al menos un par de sueños. Ya vés que ni siquiera pido todos. De llorar cien veces si es necesario al ver una película de esas que te ponen los pelos como escarpia y que te hacen preguntarte día y noche donde cojones estará escondido tu príncipe azul, hasta llegar a la tonta conclusión, de que el muy imbécil prefirió quedarse con la bruja. Si, también he sido de preferir quedarme un viernes por la noche tirada en la cama y para contrarestar un poco la cosa, de emborracharme un jueves noche a base de cervezas. De poder sobrevivir sin tener contacto con la sociedad sin que me de un ataque de nervios.